Si las paredes hablasen que no dirían. Pues son cada una de
ellas mi única salida. Mientras la tempestad se presenta y amanezca con sacar
todo de su curso, permanecen sin justificar o condenar cada acto. Cuando cada
cristal, aquel ciertamente con salitre teñido de inclemencia, acaricia la piel
y deja una húmeda senda se acerca a demostrar más solidaridad de lo que simples palabras en una oración podrían expresar. Son estas las frías realidades que
sustentan mis vigas. Sin estas blancas ataduras a la realidad me encontrase
expuesta ante lo que el mundo ve como justicia e igualdad. La máscara es lo único
que queda. ¿Qué más se puede hacer en este mudo fantasma? Si las ciudades ahora
son familias con problemas, donde la guerra es el menú a tomar segundo a segundo.
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